martes, 16 de septiembre de 2008

Recumbente

Temblaba como una nena. Los brazos, entonces y durante, pero siempre ahí, contradiciendo a la cara con el semblante serio. No lo encontraba ahora y eso lo hacía más misterioso e interesante, pero a la vez, un pequeñísimo puñal que se iba clavando despacito en algunas viejas heridas inolvidables. Rojo, rojo, rojo. No paso. Paso?. Poca paciencia, en resúmen. Ahí la carcajada desde el sinfín de su esqueleto pasivo. Sabía inventaría alguna excusa suave para no delatar el verdadero motivo de su risa repentina. En medio de esa marea que se adivinaba temporal, a ella no le causaba ninguna gracia todo eso. Crich, crujía la estructura del faro. Shhhhh, hacían las luciérnagas, mientras se encendían con lujuria.
Pasión
Tierra nueva que me recibe, pero me expulsa. No sabe si soy lluvia de miel o de ácido. Tal vez sea las dos cosas. Eso es lo que a mí no me toca saber. Y en cuanto a lo que a mí me toca saber, tal vez sea muy poquito, o casi nada. El amor embrujando me ronda y no llego a verlo nítidamente. Me llama y se esconde, me llama de nuevo y se vuelve a esconder. Después parece que me saltara sobre el cuerpo, como las leonas en los documentales hacen con las gacelas. Mejor es andar mostrándose los deneís en los bares de Buenos Aires, cualquier jueves de estos. Semana va, semana viene y no podía habérseme ocurrido mejor momento para leer a Roberto Arlt, que éste, en el que el trabajo y la concentración me cuestan más que nunca. Foco y centro, no los veo para nada.
Un alquimista se posa en mi vida. Con sus manos inventa máquinas voladoras y terrestres. Arañas robot que bailan, seducen al pueblo, prodigando sonrisas.

1 comentario:

Blog de Carlos Astorelli dijo...

Ay, no sé si se publico el anterior comentario... Bueno, te decia que seguis escribiendo bien, que qué suerte :-)

Carlos Astorelli