domingo, 18 de mayo de 2008

El día de las máscaras

Corría desnuda por una calle poblada de terráqueos. Su risa alocada le impedía ver las caras de reprobación, los gestos de dedos retorciéndose contra sienes y las miradas furibundas de padres y madres que tapaban los ojitos de los niños, como si la locura fuera indecente, tanto más que el desnudo.
Cuando se cansó de correr y de reír, puso curitas en cada una de sus heridas, sentada en el cordón de la vereda. Acto seguido, volvió a su casa, ya vestida con un traje imaginario y muy seria. La recibieron sus máscaras, indignadas por no haberlas llevado al paseo. Cada una de ellas tenía un reproche diferente, cada una de ellas masticaba su desprecio y su furia, a su manera. Pero ella las esquivó, valiéndose de la ventaja de sus alas azules y sin rencores les arrojó, desde el cielorraso una parva de flores cibernéticas en forma de email.
Doble llave a su cuarto, escuchando las vocecitas enojadas contra la puerta, pero ya se había quitado el traje imaginario y sin él, las máscaras no combinarían con el color de su piel desnuda.

Tomó el nuevo libro, ajado de tiempo y con evidentes huellas de su dueño. Imaginó la montaña rusa que él habría experimentado entre sus páginas y se abandonó a la lectura.

Las máscaras dormían detrás de la puerta y tres gatos se apilaban entre las sábanas.

Esa, fue la noche más tenue.

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